En el
ámbito empresarial se habla de la generación de valor agregado o valor añadido en la producción de bienes y
servicios como una estrategia para aumentar la rentabilidad y mejorar la
competitividad de las empresas. Se pretende que los bienes y servicios
adquieran un valor adicional
mediante su transformación de forma que un producto se torne único y novedoso, sea
más deseado, cubra una necesidad o incluso llegue a generar nuevas demandas, lo
que supone el uso, entre otros, de la innovación y la tecnología, de la
aplicación del diseño para mejorar su fabricación y presentación en el mercado,
y la implementación de mejores canales de distribución para llegar al cliente
final.
En
esencia, el valor agregado siempre se ha entendido como la transformación de las
materias primas en productos con mayor complejidad
y valor que el mercado pagará a un precio superior. Se puede citar, a
manera de ejemplo, que uno es el costo de producción de una simple silla de
madera y otro será si esta tiene un diseño ergonómico, se fabrica con madera
inmunizada y se le aplica barniz para aumentar su vida útil y mejorar su apariencia.
Entonces, por tener características que
la hacen más apreciada en el mercado, su costo de producción aumenta pero su precio
de venta también.
El caso
de los perecederos.
Ahora
bien, en el caso de alimentos como frutas y verduras, por siempre se ha insistido
en la necesidad de generar valor agregado para aumentar su rentabilidad y disminuir
el riesgo que representa el manejo de perecederos. De ahí que se insista en el procesamiento y
transformación de frutas y verduras mediante conservas, enlatados,
mermeladas, concentrados, deshidratados y congelados a fin de atender de forma
eficiente el mercado y de paso desarrollar la industria agroalimentaria.
Pero para
que se den estas transformaciones, por lo general se precisa de una industria
que compre grandes cantidades de materias primas, proceso en el que la calidad no es el principal factor de
decisión, transacción donde tienen mayores posibilidades de ser proveedores
aquellos cultivadores con capacidad de ofrecer grandes volúmenes en un mercado
industrial que fija los precios de compra y se abastece en temporada de cosecha
para alcanzar economías de escala, quedando en desventaja los pequeños
productores que difícilmente pueden competir con estas reglas.
En este negocio
se compite con una estrategia de bajos
costos donde las materias primas perecederas se compran en grandes cantidades
para ser transformadas y homogenizadas como conservas, enlatados, deshidratados
y congelados susceptibles de almacenamiento por largos periodos de tiempo, lo
que las convierte en commodities que posteriormente
son tranzados en otros mercados masivos de distribución al consumidor final donde
nuevamente deben competir con grandes volúmenes y bajos precios. Así se
configura un escenario agroindustrial en el que el propósito de generar valor agregado para productores agrícolas y
consumidores se desvirtúa, y
donde se desconoce que en la actualidad buena parte de la población busca para
su consumo productos frescos y
saludables.
Un
nuevo valor agregado.
Así que esta
forma clásica de generar valor agregado con base en la transformación
industrial cede terreno para premiar el esfuerzo de los empresarios agrícolas
que se la juegan para producir alimentos
de calidad ante los nuevos criterios de compra que privilegian alimentos sanos,
libres de agroquímicos, frescos y de alta calidad, listos para comprar y consumir de forma natural porque conservan
sus características fisicoquímicas y organolépticas.
Hoy el
valor agregado se identifica cada vez más con mejores prácticas agrícolas, con cosechas
en el grado óptimo de maduración, con rigurosas
selecciones y clasificaciones de los productos, con empaques adecuados, con sistemas
de refrigeración y maduración controlados, con logística de manejo y transporte
entre origen y destino, con distribución capilar en supermercados, tiendas y
restaurantes, y con otras actividades que garanticen que el producto, fruta o
verdura, llegue en las mejores
condiciones de frescura al consumidor final con trazabilidad de su calidad
desde la siembra hasta la mesa.
Por alimentos en estas condiciones es que el cliente
está dispuesto a pagar y no por productos industriales de los que se
ignora el tiempo llevan de procesados así en la etiqueta diga que tiene fecha
de vencimiento vigente, lo cual no es garantía de frescura y calidad.
De ahí
que la diferencia entre el valor agregado de la transformación agroindustrial y
el valor agregado que garantiza que a la mesa lleguen productos alimenticios
fresco y naturales, listos para consumir. Esta
tendencia tiene el potencial para impulsar el cambio de una agricultura
tradicional hacia una de precisión donde la tecnología y el internet de las
cosas ocupan su lugar, una agricultura con material vegetal de calidad, con las
mejores práctica de cultivo y postcosecha, con empaques protectores, con redes
de frío modernas y ambientes de maduración controlados, con la mejor logística
para la distribución de perecederos y su exhibición, y con garantía de que se
trata de productos frescos, naturales y
de calidad, listos para consumir con confianza.
Es un
escenario en el que competir con bajos precios da paso a la búsqueda de ventajas
competitivas fundadas en la diferenciación, pues el criterio de compra del
cliente es su salud y satisfacción.
Armando Rodríguez Jaramillo
Director NaoClúster - armando@naocluster.com