La complejidad de los clústeres.
Al revisar
la clásica definición del profesor Michael Porter: “Un clúster es una concentración de empresas y de instituciones
dedicadas a un mismo negocio, con múltiples relaciones entre ellas y con
otros agentes de la industria, unidas por rasgos comunes y
complementariedades”, se deduce que estos son realidades complejas que se dan en los territorios y que involucran
múltiples actores que se relacionan entre sí para participar, directa o
indirectamente, en un determinado negocio.
Es por esto por
lo que en un clúster el negocio principal se expresa por medio de una cadena de
valor que es, en esencia, una abstracción
que sirve para comprender cómo se articulan las actividades (eslabones) que
generan valor al cliente y lo motivan a comprar un determinado producto,
actividades ejecutadas por actores como empresarios, prestadores de servicios,
gobiernos, gremios, grupos de investigación, centros de desarrollo y
transferencia tecnológica, universidades y todos los que de una u otra forma están
involucrados.
En
consecuencia, los clústeres, además de ayudar a entender cómo funcionan los
negocios, son instrumentos útiles para identificar áreas de mejora y que las
empresas construyan su ventaja competitiva. De ahí que la complejidad de las aglomeraciones es proporcional al grado de
sofisticación de los bienes o servicios que producen. A mayor nivel de
complejidad, más útil es el modelo de abstracción mental para representarlos e
intervenirlos.
Veamos dos
ejemplos para ilustrar el grado de pluralidad al que nos enfrentamos. Pensemos cuando
un cliente quiere comprar, en un clúster inmobiliario, una propiedad de
habitación y recurre a la oferta existente para identificar una casa o
apartamento en venta. Entonces necesita averiguar quién vende, cuál es el intermedio,
recurre a un perito evaluador, consulta posibilidades de financiamiento, se
somete a un estudio de capacidad de endeudamiento y garantías bancarias, averigua
los servicios de compañías aseguradoras, calcula los impuestos catastrales en
que incurrirá, contrata los servicios de un abogado que lo asesore y hace
trámites ante notarías y oficinas pública de registro de propiedades. Como se observa,
en esta sencilla transacción comercial que tiene lugar al final de la cadena de
valor de un negocio inmobiliario, intervienen
muchos actores que le imprimen cierto nivel de complejidad.
Ahora
consideremos el caso de un empresario de una industria cualquiera que produce un
bien en particular. Para su actividad este empresario requiere energía y
servicios públicos, insumos y materias primas, servicios de mantenimiento, mano
de obra y entrenamiento, pólizas y seguros, servicios financieros, servicios de
logística, seguridad y otras cosas. Así que fabricar un producto implica muchas
variables que en su conjunto tienen que ver con productividad y la ventaja competitiva que se adopte.
Total que
los clústeres se relacionan con todo esto. Si bien mediante una iniciativa
clúster se identifica el negocio más atractivo, rentable y de crecimiento
futuro, además de la ventaja competitiva a construir o consolidar, esta sólo es
el foco del negocio porque la facultad para interactuar de forma adecuada con los
agentes que intervienen estriba en la
habilidad del empresario y en su capacidad de integración a lo largo de la
cadena, de ello depende en buena parte la productividad
de una empresa.
A través de una iniciativa clúster se identifica el
qué hacer, pero no el cómo hacerlo, pues esto lo define cada empresa conforme a su realidad
y organización. En consecuencia, los clústeres son un instrumento de
intervención de la competitividad y productividad en los territorios que devela
posibilidades y la naturaleza de esas posibilidades.
Armando
Rodríguez Jaramillo
Director NaoClúster - armando@naocluster.co
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