El escenario global está definido por países
desarrollados y otros que no lo son, y entre ellos gravitan muchos que quieren
apartarse de los segundos para aproximarse a los primeros. Es una lucha
permanente por salir de un mundo con baja calidad de vida y pocos ingresos para
acercarse a uno con mejores estándares y alto ingreso per cápita.
Pero en esta realidad hay algo más allá que una
simple diferencia de ingresos, pues lo que en esencia hace la distinción es la
producción de conocimiento y su
aplicación, es la formación del talento
humano, es la capacidad de innovar
y usar la tecnología para producir
bienes y servicios de alta complejidad.
Entonces bien podría un observador desprevenido decir
que la clave está en mejorar la educación superior y en usar y difuminar la
tecnología. Sin embargo, no es tan sencillo, pues esto significa una verdadera
revolución para un país subdesarrollado.
Veamos el caso específico de la tecnología, esta
requiere de conocimiento para hacerla y para usarla, de no ser así, se podría pensar
que buscando en internet se puede saber cómo se hace algo, pero será que esto proporciona
el cómo hacerlo. ¡He aquí la diferencia!
Supongamos que una persona padece de dolor en un
diente, entonces tiene dos alternativas: consultar un artículo en la web sobre
el tema o acudir a un odontólogo que tiene los equipos y el conocimiento para
tratar la dolencia. O qué tal si se desea aprender a pilotar un avión, el
interesado podría tomar un curso virtual u optar por ingresar a una escuela de
aviación con instructores idóneos y equipos para el aprendizaje. Así que el
tema no es solo de conocimientos, la
tecnología trata de herramientas y de códigos, pero también de saber cómo
hacerlo (know-how), capacidad y habilidad que está en los cerebros, en las
personas.
De ahí que no basta con tener la tecnología, esta
es adquirible, es esencial contar con el know-how individual, pero sobre todo
de equipo. Entre más compleja una labor
mayor know-how requiere, pues es esencial un saber individual para volar un
monomotor pero se precisa de un saber hacer en equipo para conducir un Airbus
comercial.
Agricultura de subsistencia vs agricultura comercial.
Si el know-how es el saber hacer, entonces es
obvio que la producción de bienes sencillos demanda saberes generales y la de bienes complejos saberes especializados. Consideremos el caso de una familia
dedicada a la agricultura de subsistencia, sus miembros requieren de un saber
hacer diverso con conocimiento sobre el clima y fases de la luna, selección de
semillas, preparación del terreno, trazado y siembra manual, labores de
deshierba y control de plagas, cosecha manual, empaque y comercialización,
procesos que demandan una gran experticia y entrenamiento en diferentes campos
porque ese agricultor lo hace todo.
Pero si observamos el caso de otro cultivador
dedicado a la agricultura empresarial, notaríamos que usa semilla certificada y
emplea maquinaria especializada para la siembra, el riego, el control de plagas,
el cultivo y la cosecha; consulta reportes meteorológicos, usa análisis de
suelos y fitosanitarios, demanda asistencia técnica y está conectado con sus
compradores. Esto indica que usa maquinaria, equipos e insumos, aprovecha el
conocimiento especializado y tiene acceso a información estratégica que él no
produce. Es decir, usa tecnología y conocimientos diversos que mejoran su productividad y tiene una cadena de valor diferente al de la
agricultura de subsistencia donde el
techo lo pone la tecnología y no la capacidad física de los implicados.
La diferencia está en que el agricultor de
subsistencia lo hace todo, el comercial usa
tecnología y tiene un know-how especializado donde concurren otros agentes para
obtener mayor productividad. El uno tiene un know-how de subsistencia, el otro uno de complementariedad.
El caso de Airbus.
Otra muestra de un know-how de complementariedad
se encuentra en una compañía como Airbus, el mayor fabricante de aviones y
equipos aeroespaciales del mundo, que tiene una planta de 63.000 personas que
operan en 16 lugares diferentes de Francia, Alemania, España, Reino Unido y
China, con subsidiarias en los Estados Unidos, Japón y la India. El ensamblaje
final de las partes producidas en diferentes lugares tiene lugar en Toulouse,
Francia; Hamburgo, Alemania; Sevilla, España; y Tianjin, China. Esta es una demostración de cómo saber
hacer en equipó aplicando conocimientos especializados que se complementan para
fabricar un producto de alta tecnología y complejidad, ejemplo diferente a
si lo que hallaríamos en un taller de producción de ultralivianos.
Armando Rodríguez Jaramillo
Director NaoClúster.