A la
pregunta sobre cuáles son las empresas que pueden competir y permanecer en
mercados exigentes con bienes y servicios de calidad, muchos, de manera casi
instintiva, dirían que este escenario está reservado a organizaciones poderosas,
con músculo financiero y tecnológico, con talento humano y apropiación de la
innovación, afirmación que parece dejar de lado a las empresas pequeñas por considerar
que carecen de los medios suficiente para responder a las expectativas del consumidor
sofisticado.
Y
aunque el tamaño de la empresa no necesariamente está en relación directa con su
nivel de organización, productividad y competitividad, no podemos dejar de
reconocer que las micros y pequeñas empresas, que en el país representan cerca
del 98% del total, enfrentan múltiples limitaciones para
crecer y llegar a mercados externos. Por lo general estas firmas tienen una
débil estructura financiera, limitada capacidad de producción, baja
concentración de talento humano calificado y reducido acceso a tecnología
especializada, lo que hace que a la mayoría se les dificulte alcanzar una posición
competitiva basada en sus capacidades. De
ahí que sea necesario explorar otras alternativas como la de buscar aliados con
el fin de compartir riesgos, mejorar el soporte financiero, facilitar el acceso
a tecnología apropiada, aumentar el poder de negociación, aprovechar los
beneficios de las economías de escala, minimizar la incertidumbre de la
innovación, mejorar la estructura de costos y cumplir con requisitos engorrosos
como los de las certificaciones y normas.
Entonces,
¿qué alternativas de integración tenemos?, ¿debemos asociarnos o crear
sociedades?, ¿qué opción nos aporta mayores beneficios? La respuesta depende de
lo que cada organización desee y necesite, por lo que es procedente hacer algunas
precisiones. La primera de ellas se refiere a la asociación como
un mecanismo de integración y cooperación entre empresas que acusan ciertas limitaciones,
por lo que, manteniendo su independencia jurídica y autonomía administrativa, deciden
trabajar de forma conjunta y voluntaria para obtener beneficios mutuos tales como:
mejorar la negociación con proveedores, hacer más eficiente la logística de
distribución, cumplir con cuotas de mercado impensables de conseguir de manera
individual y muchos otros réditos alcanzables mediante la gestión grupal en una
cadena de valor.
La
segunda precisión corresponde a la conformación de sociedades, entendida
como la conjunción de socios en una nueva unidad productiva o el ingreso de
accionistas a organizaciones establecidas aportando cada uno capacidades complementarias
útiles para crecer y competir, alternativas que requieren de esquemas mentales diferentes
y abiertos. Esta opción trae consigo múltiples beneficios como, por ejemplo, acceder
a recursos de inversión o de capital de trabajo sin acudir a la banca, obviando
el pago de capital y de costos financieros.
Sin
embargo, a pesar de las ventajas comentadas, la realidad es que nuestros empresarios no muestran
una marcada disposición hacia la integración, y los que reconocen en ella un
valioso instrumento, tienden a preferir las formas asociativas sobre la
conformación de sociedades. Es posible que ésta forma
de proceder se deba, en buena parte, a que un número significativo de empresas son
de familia, por lo que muchos no ven con buenos ojos que personas ajenas a su
núcleo hagan parte de sus órganos de gobierno.
En consecuencia,
todo indica que deberíamos profundizar, con la ayuda de las universidades y sus
programas de ciencias económicas y administrativas, en las bondades de los esquemas asociativos y de
sociedades para impulsar modelos de negocios con el potencial de desencadenar
mayores crecimientos empresariales. En
consecuencia, los empresarios están ante el reto de decidir entre cabalgar en
solitario como el famoso llanero de las películas del “Far West” americano y agruparse con otras empresas o buscar socios
para ganar fortaleza financiera, suficiencia tecnológica, conocimientos
especializados, capacidad logística, capilaridad comercial y economías de
escala que les aporten ventajas frente a los competidores.
Armando
Rodríguez Jaramillo
Director NaoClúster
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