No hay nada mas social que una empresa
Por siempre me he atrevido a afirmar
que no hay nada más social que una
empresa ya que son organizaciones privadas revestidas de un profundo interés
público, aseveración que a muchos les pone los cabellos de punta.
Y es que no hay nada más social que una empresa porque ellas compran insumos
que transforman en bienes o servicios que satisfacen las necesidades de la sociedad.
Para que este ciclo se dé, demandan talento humano y conocimiento a cambio de salarios
que impactan el poder adquisitivo de las personas generando capacidad de demandar
productos elaborados por otras compañías. Así que las empresas producen lo que la
sociedad necesita y de ellas depende su nivel de ingresos, lo que me conecta
con lo que dijo el profesor Ricardo Hausmann en una entrevista reciente concedida
al diario El Tiempo en Medellín: “En toda sociedad las cosas que la gente necesita se consiguen
porque otra gente las produce o las provee”.
Pero las empresas también son asuntos públicos porque invierten en negocios
e innovación con la capacidad de influir en la calidad de vida a través de
producto buenos y empleos estables y bien remunerados. A su vez, se pueden
convertir en interlocutores de intereses corporativos participando en asociaciones
y gremios, y sirviendo de voceras de intereses colectivos mediante la creación
de liderazgos sociales.
Hacia un nuevo paradigma.

El invento del automóvil cambió la forma de
transportarnos y el de la Internet y las tecnologías de la información y las
comunicaciones la forma de comunicarnos y relacionarnos.
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De ahí que nos
hallamos ante el desafío de redefinir el rol de las empresas y empresarios, ya
que de su desempeño colectivo depende en gran parte el bienestar social.
Es hora que
el sector productivo sea medido con otro rasero. El mundo cambió y el discurso que
señala a los trabajadores como explotados por patronos capitalistas es un
argumento de ideologías políticas que empieza a ceder terreno. A las firmas hay que observarlas y
valorarlas con base en una nueva narrativa que las ubique en el sitio que les
corresponde en la sociedad.
La actividad
económica está sujeta a riesgos e incertidumbres que tienen la capacidad de ocasionar
pérdidas y de abrir nuevos caminos que, en su conjunto, marcan la dinámica
económica de las regiones. Así que buena parte del futuro depende de la vitalidad de nuestro tejido empresarial, de su
capacidad de respuesta a los cambios en la economía y a la evolución de las
preferencias de los clientes, de su adaptación a las restricciones del entorno
originadas en determinantes globales o locales, en fin, de las soluciones
imaginativas, innovadoras y responsables que asuma para seguir produciendo en
un entorno incierto y aprovechar las oportunidades que plantean los negocios.
Y como no hay nada más social que una empresa y
estas son organizaciones de interés público, tengamos en cuenta que la
calidad de vida, el poder adquisitivo de las personas y su acceso a la
modernidad depende en grado sumo de sus compañías y de la complejidad de sus
productos. En regiones con firmas dedicadas a producir bienes básicos predominan
salarios bajos y menor nivel de vida; en contraposición, regiones con empresas que producen bienes elaborados a través del uso
del conocimiento, innovación y tecnología, las escalas salariales son mayores y
su calidad de vida también.
Armando
Rodríguez Jaramillo
Director de NaoClúster
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