A gerenciar el futuro
La planeación del
desarrollo regional tiene que ver con la capacidad de una sociedad de observar futuros
factibles y hacer acuerdos colectivos para alcanzarlos.
En
Colombia la Ley Orgánica del Plan de Desarrollo (Ley 152 de 1994), norma que establece los
procedimientos y mecanismos para la elaboración, aprobación, ejecución,
seguimiento, evaluación y control de los planes de desarrollo territoriales, al
ser de estricto cumplimiento al inicio de cada gobierno, se volvió un ejercicio
de planeación normativa orientado por el grupo político que gana
las elecciones, lo que poco a poco nos convirtió
en una sociedad que sólo reflexiona
sobre su futuro una vez cada cuatro años.
De ahí que las
regiones están ante el reto de subir el nivel del debate sobre el desarrollo local
dejando de lado tanto discurso estéril sobre sus problemas, la crisis que padecen,
los errores cometidos, las tragedias vividas, la crítica a los gobiernos
precedentes por lo que hicieron o dejaron de hacer y la búsqueda de culpables
en el gobierno nacional y la globalidad.
Hay que construir una nueva
agenda de desarrollo que nos lleve a hacia una sociedad y una
economía del conocimiento, que contenga la clave para que las empresas pasen de
producir bienes y servicios básicos a unos de mayor valor agregado. Una agenda
que incentive la inversión, el emprendimiento, la creación de empresas y la
generación de empleo.
El
desafío consiste en pensar en ideas-fuerza
relevantes que maximicen las oportunidades regionales, que transformen las
ventajas comparativas en competitivas, que produzcan una ruptura con los modelos
de producción tradicionales. Se necesita de una agenda de desarrollo
sintonizada a nivel internacional archivando los prejuicios en contra de la
globalización para integrarnos a los flujos del comercio internacional.
Pero
el tránsito hacia estos estadios requiere de nuevos arreglos institucionales y educativos, pero sobre todo de innovadoras formas de pensar. Es
procedente enriquecer la visión de futuro abandonando las visiones fijas, retrospectivas
y lineales. Si se quiere un
futuro disruptivo que no sea la prolongación lineal del presente, hay que acrecentar
el discurso socioeconómico tradicional otorgándole importancia a temas como educación, ciencia, tecnología e innovación.
Las regiones están en
un momento de inflexión que deben aprovechar. Es hora de observar departamentos
como Atlántico, Antioquia, Santander y Caldas que han logrado desempeños
notables cambiando su patrón de especialización. Son territorios que han
entrado en la senda de círculos virtuosos promoviendo el desarrollo
científico-tecnológico y la transformación de sus estructuras productivas.
Armando Rodríguez Jaramillo
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