Con frecuencia nos asalta
las ganas de innovar, de hacer cambios en nuestras vidas; intenciones que la
mayoría de las veces se quedan en deseos y manifestaciones emotivas que por
falta de disciplina y perseverancia no realizamos.
Pero, ¿cuántos de
nosotros hacemos verdaderos propósitos de innovación personal?, ¿cuántos
estamos dispuestos a imprimir cambios en nuestras vidas?, ¿cuántos tenemos la
valentía de correr los riesgos que esto implica? Estos son los interrogantes a los que deberíamos responder cuando sentimos que algo,
que no funciona debidamente, se podría hacer mejor.
De ahí que la innovación personal se debe entender
desde dos puntos de vista:
- Primero, como la introducción en nuestras vidas de una nueva forma de hacer lo que hemos venido realizando para obtener mejores resultados, más provechosos y productivos.
- Segundo, como el medio para crear algo nuevo que podamos realizar y ofrecer, que traiga consigo otras oportunidades con el fin de cambiar nuestra realidad económica y el nivel de vida personal y familiar.
Pero la adopción de la innovación
en nuestras vidas no viene por ósmosis ni por generación espontánea, esta se
logra a través del uso de la energía
permanente de la renovación con el fin de hacer las cosas mejores y más
útiles, de la fuerza de la creatividad para romper los esquemas convencionales y
sustituir la frase “siempre lo he hecho así” por “hay una forma de hacerlo
mejor”, y del impulso vital que da la
determinación de hacer y persistir hasta lograr lo que se quiere, aun a
costa de padecer fracasos.
Entonces empecemos por preguntarnos
qué deseo cambiar en mi vida. Y
cuando las ideas lleguen a la mente, recordemos que no hay cosas imposibles, simplemente es que no las sabemos hacer.
Armando Rodríguez Jaramillo
Armando Rodríguez Jaramillo
0 Comentarios
Gracias por participar
Emoji