Al
comparar los primeros lugares del Índice Mundial de Innovación[1]
(2014) y del Índice de Competitividad Global[2]
(2014 – 2015) se observa que entre los diez primeros puesto ocho países se
ubican como los más innovadores y competitivos, lo que evidencia la estrecha relación
que existe entre estos dos factores y la importancia de apuntarle al conocimiento y productividad para
lograr el desarrollo y bienestar.
Puesto
|
Índice
Mundial de Innovación 2014
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Índice
de Competitividad Global (FEM) 2014–2015
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1
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Suiza
|
Suiza
|
2
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Reino
Unido
|
Singapur
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3
|
Suecia
|
Estado
Unidos
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4
|
Finlandia
|
Finlandia
|
5
|
Países
Bajos
|
Alemania
|
6
|
Estado
Unidos
|
Japón
|
7
|
Singapur
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Hong
Kong
|
8
|
Dinamarca
|
Países
Bajos
|
9
|
Luxemburgo
|
Reino
Unido
|
10
|
Hong
Kong
|
Suecia
|
Estos
índices están indicando la necesidad de cambiar la actitud frente a la
innovación. Así lo entendieron Corea del Sur y Singapur, naciones que hace
medio siglo estaban entre las más pobres del planeta y ahora se hallan entre
las de mayor ingreso per cápita, gracias a que adoptaron una educación de calidad y una cultura de la
innovación.
La educación y el
pensamiento diferente.
En
esta era de la economía del conocimiento es inobjetable que el trabajo mental
tiene mayor valor que el trabajo manual, hecho que está perfilando un nuevo
paradigma que aún no es visto en su verdadera dimensión por la mayoría de políticos
de latinoamericanos.
No
hay duda que para progresar debemos apuntarle a la innovación y la tecnología,
para ello hay que cambiar el modelo educativo basado en la memorización y
repetición por uno que privilegie el pensamiento lógico y en el raciocinio crítico.
Pero sólo con esto no basta, pues además es necesario comprometernos con una mayor apertura mental hacia las personas
que piensan diferente y hacia el fracaso.
Una
característica de los núcleos de innovación como el Silicon Valley es la multiplicidad
del pensamiento. Así como en la naturaleza la diversidad genética determina el
potencial de evolución, la ebullición de ideas y de puntos de vista diferentes crea
ecosistemas de pensamiento megadiversos, lo que es, en esencia, el ambiente dónde se incuba la creatividad
que desemboca en innovación.
El fracaso no es malo.
La
otra particularidad de estos lugares, es que asumen el fracaso como una forma de aprendizaje, valiosa por demás, porque
el éxito al primer intento generalmente está más relacionado con la suerte o la
serendipia.
En
la vida de los mayores innovadores el
éxito es el resultado una larga sucesión de intentos fallidos. Así que
debemos de dejar de estigmatizar a los que no triunfan en los primeros ensayos,
pues conocer y valorar lo qué no se debe hacer para transformar las ideas y la
creatividad en innovación, es aprender cómo se hacer mejor y avanzar hacia la
cultura del progreso.
Armando
Rodríguez Jaramillo
Director NaoClúster - armando@naocluster.com
Director NaoClúster - armando@naocluster.com
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