La innovación debería ser una cultura de vida
fundada en un sistema educativo que potencie la creatividad y la imaginación
que llevamos dentro para aportarle valor a la sociedad.
Es un hecho
que la mayoría de personas y organizaciones empresariales desean mejorar. Las
empresas que no introducen en su ADN la innovación son altamente vulnerables a
quedar rezagadas frente a las que si lo hacen, y de esto hay ejemplos por
doquier: Kodak, Blackberry y Nokia. Por consiguiente, podemos afirmar que las
empresas que no innovan o que lo hacen menos rápido que la competencia poco a
poco perderán vigencia y podrían
desaparecer.
Pero para
muchos la innovación es propia de cerebros extraordinarios, de mentes
brillantes, que idean cosas complicadas que al resto de personas normales no se
nos ocurren. Esto ha establecido una barrera mental, a veces infranqueable, que
ha inducido a decir frases como:
- Eso no es para nosotros.
- Siempre lo hemos hecho así y nos ha funcionado.
- Hacerlo es muy difícil, muy costoso y nos demandaría mucho esfuerzo.
- Contratemos a un experto que nos diga que hacer.
A los que
así piensan, les digo que lo primero que hay que hacer es considerar la innovación como una cualidad innata del
ser humano que nos ha permitido avanzar hacia eso que llamamos civilización
y modernismo.
Lo segundo,
es que la innovación debe ser una cultura desde la infancia y para toda la
vida, hasta volverla una fortaleza en la edad productiva.
Lo tercero,
es que la innovación no es algo que se hace de forma puntual, de vez en cuando,
cada cierto tiempo. ¡No!, es un estilo
de vida permanente, es lo que activa día a día mis neuronas para producir ideas
y crear soluciones.
Así que hay
que perderle el miedo e interiorizarla en nuestras mentes y organizaciones, hay
que practicarla todos los días, en pocas palabras, los innovadores viven, sueñan y transpiran pensando cómo mejorar los
productos y servicios del presente para crear valor y bienestar futuro.
Pero esto no
es posible en el ámbito empresarial, si la innovación es tan sólo un compromiso
de uno o dos loquitos que siempre están hablando de lo que se podría tener con
este cambio aquí y ese ajuste allí. Para hacerlo se requiere de estrategia
corporativa, compromiso directivo y participación de todos. La innovación nunca se detiene, es una
habilidad que evoluciona de acuerdo a los retos y desafíos que debemos enfrentar,
pues ella no es moda ni tendencia.
De tal forma
que la capacidad de innovar marca la diferencia entre empresas y personas
definiendo su nivel de competitividad. Pero tenga en cuenta que la innovación siempre
está acompañada de múltiples intentos y no pocos fracasos. Llevar a la práctica
una idea nueva hasta crear un producto o servicio que genere valor, puede
estar, y de hecho lo está, lleno de reveses, que sino desfalleces, terminaran
por enriquecer el resultado final.
Armando Rodríguez Jaramillo
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